Hombre de origen
humilde que desde temprana edad no tuvo ningún temor en enfrentar las
dificultades de la época.
En lo físico era
alto, delgado, trigueño, pelo negro que al principio se peinaba con raya en
medio, ojos café. Trato cortés pero sin afectación, respetuoso, puntualísimo
siempre y dueño de una seriedad a toda prueba, al punto que su palabra
fue considerada y aceptada por sobre cualquier documento.
Pese a no haber
continuado sus estudios secundarios por la muerte de su padre, pero que gracias
a su temperamento y actitud aguerrida logró emprender diversas actividades,
entre las cuales estaban el transporte y el comercio de mercancias entre
las provincias de Loja, El Oro y Guayas y el norte del Perú, pues comerciaba de
los diferentes lugares, todos lo que la población necesitabä,
desde artículos de primera necesidad como arroz y azúcar hasta barricas de
vino blanco, calzado, chompas de cuero e infinidad de otros productos, e inclusive
montó una agencia de bicicletas, así como alquiler y venta
de vehiculos. En fin muy poco se quedaba fuera de sus lineas de
negocio.
Esa gran visión,
espíritu emprendedor y aptitudes de trabajo, le llevaron a
incursionar en el manejo y negocio del ganado, y es así que por
el año 1911, con apenas 15 años de edad logró un contrato
con la compañía minera “South American” en Portovelo, provincia de El
Oro, para la provisión diaria de carne para su campamento de
1.500 hombres. Empresa que disponía de los frigórificos requeridos, para este
gran abastecimiento que representaba: largas jornadas de movilización con el
cuidado y atención necesarias. A más del ganado de carne, proveía de hortalizas
y legumbres, así como leche y derivados.
Con el tiempo
llegaría a arrendar varias propiedades que le servían de tambos para el
descanso del ganado. Entre ellas estuvo la antigua hacienda Trapichillo
circundante al caserío de La Toma, que ocupaba un tercio del cálido valle del
Río Catamayo y era de la familia Burneo. Considerada tierra caliente
donde abundaban los zancudos y con ellos la malaria. Por esto era por poco
atractiva y nunca había servido para la ganadería o la agricultura, poseía agua
suficiente pues era bañada por el Río Guayabal, tenía un trapiche pequeño para
la molienda de caña y estaba situada a solo tres días de camino de Loja, lugar
ideal para que el ganado se recupere.
En l.925 adquirió
gran parte de Trapichillo, drenó los pantanos para acabar con las pestes,
diseñó y dirigió la construcción de canales de riego, inauguró una ganadería,
que mas tarde sería de las más grandes del país y surgió la hacienda Monterrey.
En los años 30 llegó a tener 600 hectáreas.
Otra de sus
actividades fue concertar con la Dirección Nacional de Correos el servicio de
transporte de la correspondencia y carga, valija postal, entre Guayaquil y
Loja. En l.930, el mular era el único medio de viajar por aquellos peligrosos
caminos de herradura, pero en l.935 comenzaron a construirse las carreteras y
en l.939 ya representaba a la compañía CEDTA, cuya agencia funcionó en los
bajos de su casa de la calle Diez de Agosto.
En l.945 intentó
fundar el Banco de Loja sin éxito, pero en l.948 desempeñó la Gerencia General
de la recién creada sucursal del Banco Nacional de Fomento en Loja.
Asistió a la Feria Panamericana de Dallas y fue uno de los primeros
ecuatorianos en importar ganado de casta. Llegaban las reses por avión
hasta Guayaquil y de allí eran embarcadas a Puerto Bolívar y despachadas en
camiones a Monterrey, en el valle del Catamayo, donde había ampliado su
propiedad inicial comprando La Viña, Alamala y Girón. En l.953 obtuvo una
Medalla en la Feria Ganadera de Guayaquil. También era propietario de la
hacienda La Ceiba frente al Perú. El 63 recibió el Premio al Mérito Ganadero
que le confirió el Centro Agrícola Cantonal de Loja.
En Diciembre del 58
publicó en el diario “La Opinión del Sur” una invitación a todas las
personas que quisieran invertir su dinero, para que suscriban
aportes en su gran sueño, la constitución de la Compañía Industrial
Azucarera, pero no obtuvo respuesta favorable. El 14 de Enero del año
siguiente surgió la empresa “Monterrey Azucarera Lojana S. A. - Malca.”
con un capital de tres millones de sucres, para lo cual tuvo que vender unas
600 reses, sus haciendas La Ceiba y El Hato en Cayambe y una casa frente a la
Alameda en Quito. En Agosto de 1.960, arriesgando todo su patrimonio a fin de
hacer realidad su aspiración, adquirió en $ 175.000 (El dólar se cotizaba por
entonces en el Ecuador a S/.18.), un equipo usado de fabricación de azúcar
de procedencia inglesa, del Ingenio Buchitolo de Cali, para luego instalarlo en
la hacienda Monterrey. Fue una labor titánica que consistió en
desmontar la maquinaria, embalar y transportar desde Cali a Buenaventura en
camiones, de allí por mar hasta Puerto Bolívar, pero como las naves anclaban a
dos kilómetros del muelle, se requirió de grúas especiales para el
desembarco. Desde el puerto, se embarcaron nuevamente en camiones que
demoraban una semana hasta que arribaron a Catamayo y a partir de Octubre del
60, esta maquinaria fue instalada en Monterrey con el apoyo de su hijo
Francisco y su sobrino Emiliano Gutiérrez y algunas decenas de hombres, en su
mayoría procedentes de Portovelo, Zaruma y de otros lugares de la provincia de
Loja. Todo este trabajo, con el asesoramiento técnico del Ingeniero Felipe
Torres, de la compañía colombiana “Torres & Bou”.
En mayo de
1962, después de tantos días y horas entregadas al trabajo, se hace realidad la
producción del primer saco de azúcar que con fe y entrega, pone en alto a la
Industria Lojana y que a su vez da trabajo a varios centenares de personas del
Austro del País.
La noticia recorrió
el valle del Catamayo y la gente fue a constatar la hazaña. Desde
Loja llegaban a comprobar el ¨milagro¨ producido. Una nueva esperanza para la
débil economía del sur ecuatoriano, tan abandonado de los poderes públicos.
El Centro Agrícola
Cantonal le confirió la Medalla al Mérito Industrial y Agrícola y la
Municipalidad de Loja lo declaró el Mejor Ciudadano.
Una empresa de esta envergadura requería de nuevas inyecciones de
dinero. Alberto Hidalgo logró un crédito de El Banco de Fomento, por varios
millones de sucres. Además hubo que buscar financiamiento de otras fuentes que
permitieron ampliar la capacidad productiva y en Marzo del 64 se exportó a
Chile 11.000 quintales de esta nueva azúcar.
Nunca aspiró a ocupar cargos públicos ni los aceptó cuando se los
ofrecieron. En su hacienda fue un excelente anfitrión que acostumbraba recibir
a Presidentes o autoridades de la República cuando arribaban a Loja. Trabajador
incansable, tuvo visión, carácter y fortaleza para los negocios, con sus
trabajadores usó la disciplina y el ejemplo que siempre han sido las bases de
toda empresa, como ecuatoriano creyó en el futuro de Loja y luchó por el
engrandecimiento de la provincia.
No habian pasado 2 años desde el inicio de operaciones del ingenio
Monterrey, cuando en su último viaje a Quito, con el fin de obtener
fondos para capital de operación, tuvo un paro cardíaco el 21 de abril de
1964. Dejó de existir quién fue un verdadero hombre que retó al futuro y
que se adelantó a cualquier persona de su época, dejando el más grande legado
con una actividad progresista, generadora de fuentes de trabajo y riqueza,
no solo para su familia sino para la población de Catamayo y para todo el
sur del país.
Han transcurrido más de 50 años desde la creación del ingenio
Monterrey, con logros sostenidos y mejoramiento de la producción agrícola,
industrial así como económico, sin que hasta el momento exista otro personaje
como lo es Don ALBERTO HIDALGO JARRIN y lo que este nombre
significa para LOJA y el país.