Nació en Loja el 10 de
enero de 1.901, Fue su padre el Doctor Juan Cueva
García, ilustre abogado profesor del Colegio
"Bernardo Valdivieso" de Loja, Cónsul
del Ecuador en New Orleans, Ministro Plenipotenciario
en Londres en 1.916 y luego en Panamá y Vicepresidente
del ferrocarril ecuatoriano en New York. Fue su madre
Zoila F. Celi Castro, prima hermana del notable compositor
Salvador Bustamante Celi, todos lojanos.
Nació normal pero la
inexperiencia del médico que le trajo al mundo,
quien le puso en exceso nitrato de plata, le ocasionó
un daño permanente en la vista, agravado a
los cinco años cuando otro médico le
recomendó unas ciertas gotitas dizque para
mejorarlo, pero de la botica mandaron el remedio equivocado
y al ponerle en el ojo izquierdo se lo quemaron para
siempre, pues era un ácido. Desde entonces
veía muy poco y únicamente con el derecho,
era casi un ciego.
El niño se hizo tímido
y meditabundo y rehuía el trato de sus compañeritos
de escuela, refugiándose en la música
pues poseía buen oído y exce1ente voz
y aprendió sin maestros. Cuando ingresó
al Colegio de los Hermanos Cristianos ya sabía
tocar al piano con alguna destreza y fue la admiración
de todos. El mismo diría después: "Era
yo muy niño, iba a la escuela, a la espalda
un morral y en mis manos un rondín y todas
las mañanas al volver de clases, el Gerente
de la Singer, un señor Lebly, me esperaba al
paso y luego de oírme tocar, me regalaba una
peseta. Mi nuevo profesor, el Hermano francés
Antonino, solía decir: A Segundo debemos ponerlo
en manos del franciscano Antonio Vega, gran violinista
doctorado en Lima, quien hizo de mí un amante
de la música. Desde los siete años empecé
a escribir música religiosa para el Coro de
San Francisco; más tarde, vino la música
profana, particularmente la de la tierra, pues el
padre Vega me enseñó composición,
armonía, dictado musical". De nueve años
se presentó por primera vez en público
con gran éxito, ejecutando piezas sencillas
en el armonio de esa iglesia pues sus piernas no alcanzaban
los pedales.
En 1.916 formó parte
del "Sexteto de Loja" con Francisco Rodas
Bustamante, Segundo Puertas Moreno, David Pacheco,
Serafín Alberto Larriva, Manuel Torres, Sebastián
Valdivieso Peña y Antonio Eduardo Hidalgo.
En 1.917 aprendió a tocar violín sólo
con el método “Maya-Van” que le
envió su padre desde los Estados Unidos.
Poco después comenzó
a hacer voluntariado con las monjas de Loja y daba
clases particulares de música para ayudarse
pues era muy pobre y vivía con su madre de
lo que buenamente ella producía en labores
de mano.
En 1.920 su gran amigo Emiliano
Ortega Espinosa le pidió que pusiera música
a la poesía Vas Lacrimarum de José María
Egas y así fue como nació el pasillo
de ese nombre.
En 1.923 su padre le envió
dinero para que se traslade a Colón en Panamá,
donde fue huésped de Colón Eloy Alfaro.
En el hospital de esa ciudad le operaron la vista
pero no mejoró.
En 1.926 se enamoró
de la joven Victoria Espinosa Ruiz, le dio numerosas
serenatas y terminaron casados un año después.
En 1.928 su padre les invitó a viajar a Quito
donde estaba de Diputado a la Asamblea Nacional Constituyente
y allí se mantuvo de su trabajo como concertista
de violín en diversos teatros y Centros artísticos,
pero, su esposa -que siempre tuvo el carácter
malgenioso- pronto se cansó del clima capitalino
y lo obligó a regresar a Loja, frustrando sus
planes para el futuro. Entonces adquirió una
casa cercana a la Plaza de San Sebastián, que
hoy ostenta en su fachada una placa de mármol
puesta en su honor.
Desde 1.935 fue profesor de
Música del Bernardo Valdivieso y ganó
una Medalla de Oro por su arte. Entre los años
40 y 50 recibió numerosas preseas de la Municipalidad
de Loja y del Colegio La Dolorosa por su himno a la
Virgen. También compuso valses, pasillos, nocturnos
y hasta música seria de carácter sinfónico.
Otra vena especial de su ingenio fue la música
escolar a base de canciones simples, rondas infantiles
y marchas patrióticas.
Su carácter amable,
jovial, la suavidad de su trato con los demás,
su pobreza franciscana, su personalidad serena, todo
le granjeaba el cariño y la comprensión
de los que tuvieron el privilegio de conocerle y tratarlo,
así como de escuchar sus finas composiciones
tales como "Ultimo Recuerdo", el pasillo
“Pequeña Ciudadana” con letra de
Alejandro Carrión, "Tardes del Zamora",
"Laura" y "Dulce Tristeza". Entre
sus mejores pasillos se cuenta "Vaso de Lágrimas",
"No importa", "A Ella", "Madrigal
de Seda" que inmortalizaron su nombre, así
como "Plegaria Salvaje" que presentó
en Cuenca la famosa bailarina Osmara de León,
de danzas modernas, por eso conocida -como la de los
pies desnudos.
En 1.943 fue Concejal en su
ciudad natal. En 1.947 ingresó de miembro de
la Casa de la Cultura y por largos años dirigió
los programas radiales de la estación “Ondas
del Zamora”.
En 1.958 fue llamado por el
Presidente Camilo Ponce Eníiquez para entregarle
la Orden Nacional al Mérito y se quedó
a vivir en Quito. Ya estaba jubilado y consiguió
varios contratos. La Radio Nacional del Ecuador y
la de la Casa de la Cultura le propusieron ejecutar
varios Conciertos semanales de piano que pronto se
hicieron famosos y eran esperados en la mayor parte
de las casas con notable interés. Su vecino
Enrique Avellán Ferres le pidió que
musicalice su “Clarita la negra” como
canto infantil.
También instaló
una pequeña Academia de Música en su
domicilio, donde tenía relojes pendulares en
casi todas las habitaciones que gustaba sincronizar
diariamente pues era meticuloso y ordenado, así
como jardinero y agricultor en sus ratos perdidos
porque su casa de Loja tenía una pequeña
huerta. Impartía clases por las tardes a numerosos
jóvenes de ambos sexos. Pronto su casa se transformó
en cenáculo de artistas y compositores de valía.
Allí iban a visitar al maestro N. Carpio Abad
autor de La Chola Cuencana, Enrique Espín Yépes
de Pasional, Miguel Angel Casares de Lamparilla, el
ex Director del Conservatorio de Quito Juan Pablo
Muñoz Sánz, quien fue su más
íntimo amigo; sin embargo, no sólo eran
músicos sus asiduos visitantes, también
concurrían Manuel Agustín Aguirre y
su esposa Teresa Borrero, el yuro Andrés F.
Córdova, quien siempre llegaba cargando un
viejo acordeón y se encerraba en la sala a
tocar música y a hablar de todo un poco.
Los diputados lojanos le llamaban
por teléfono para pedirle que oyera a tal o
cual hora sus discursos, también le visitaban
para recopilar información en su Biblioteca,
pues la tenía especializada en Loja y su provincia.
En 1.967 obtuvo el 1° y
2° premios en el concurso de villancicos en Quito
y en junio del 68 el Municipios de Quito le tributó
homenaje público. Ese año tuvo un problema
de salud a causa de una molestia estomacal que no
pudo ser diagnosticada en el Hospital del IESS y que
al evolucionar se le transformó en un cáncer
que lo despedazó físicamente en pocos
meses de increíbles sufrimientos. Perdió
tres arrobas de peso en un proceso muy doloroso aunque
no perdió su buen humor ni su proverbial gentileza.
La noche anterior a su muerte,
estando en su casa el Dr. César Ayora -médico
de cabecera- acompañado de dos jóvenes
galenos lejanos que en el Colegio Valdivieso habían
sido sus discípulos en las clases de música,
el enfermo pidió que les sirvieran algún
refrigerio o una copita de vino y poco después
entró en coma, falleciendo al día siguiente
17 de abril de 1.969, a las 12 y 10 de la larde, de
68 años de edad, siendo sepultado en la cripta
de la Iglesia de San Francisco.
Su deceso produjo consternación
en toda la República. Su provincia decretó
tres días de duelo y al poco tiempo en 1.973
le levantó un busto en bronce para perennizar
su memoria.
Dejó doce álbumes
de música que esperan su publicación,
más de ochenta composiciones grabadas dentro
y fuera de la República y casi tres mil temas
diferentes que algún día deberán
ser difundidos. Fue un musicólogo excepcional
(Compositor y ejecutante notabilísimo) que
también escribió ensayos sobre aspectos
esenciales de la música, mucho de los cuales
salieron publicados en la revista "Mediodía",
órgano del Núcleo Provincial de Loja.
Fue austero y de escasa vida
social, a pesar que en confianza era sumamente comunicativo.
La radio “La voz de los Andes” conserva
en sus archivos versiones magnetofónicas de
sus numerosas intervenciones, que demuestran la depurada
técnica que había adquirido en la ejecución
del violín y piano, también fue muy
diestro en la guitarra, el acordeón y el bandolín
y en éste último instrumento logró
hermosas interpretaciones religiosas.
Siempre caminó erguido
y elegante, usando lentes oscuros por su deficiencia
visual.
Tomado de: http://www.diccionariobiograficoecuador.com/tomos/tomo3/c10.htm
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