«TENEMOS QUE SER UN PUEBLO GRANDE EN LOS ÁMBITOS DE LA
ESPIRITUALIDAD, DE LA ÉTICA, DE LA SOLIDEZ INSTITUCIONAL, DE LA VIDA
TRANQUILA Y PULCRA»
Hijo
de Manuel Carrión Riofrío y Filomena Mora Bermeo, Manuel Benjamín nace
en Loja el 20 de abril de 1897, siendo el último de 10 hermanos.
Huérfano
de padre a los seis años, su madre le enseña las primeras letras y un
poco de francés a través de la lectura de sus libros predilectos, sobre
todo de Lamartine. Después, su hermano Héctor Manuel le encaminará hacia
la literatura francesa, en especial de los poetas Baudelaire y Rimbaud.
Cursa el bachillerato en el colegio Bernardo Valdivieso, y en 1916
viaja a Quito para estudiar Jurisprudencia en la Universidad Central ,
donde en la realización de los Juegos Florales de 1918, en poesía, gana
el Jazmín de Plata con «Romance antiguo» y la flor natural con
«Confesión lírica»; mientras que en prosa gana el primer premio con
«Mariana». Paralelamente, colabora en el periódico El Día y el semanario
Caricatura. Al año siguiente, se cuenta entre los gestores, junto a
José María Velasco Ibarra y Luis Barberis, de la Federación de
Estudiantes Universitarios (FEU) de la Universidad Central , la que
marchará acorde con los cambios introducidos para la universidad en la
reforma universitaria de Córdova.
En
1920, Carrión es nombrado socio activo de la Sociedad
Jurídico-Literaria. Este año colabora con la revista guayaquileña
Juventud estudiosa, dirigida por Teodoro Alvarado Olea. Figura además
como diputado al Congreso Nacional de 1921. Luego de graduarse, regresa a
su ciudad natal Loja, donde se desempeña como docente y dirige Cultura,
revista del profesorado del Colegio Bernardo Valdivieso. También
contrae matrimonio en 1922 con Águeda Eguiguren Riofrío. Vuelve a Quito.
Dicta la cátedra de Sociología en la Universidad Central , y después
también la de Castellano en el Colegio Militar Eloy Alfaro.
El 18 de abril de 1925 Carrión ingresa al servicio diplomático y en
junio viaja a desempeñarse como Cónsul en El Havre, Francia. Ya en
Europa, y gracias a su amistad con César Arroyo, establece amistad con
figuras importantes de Latinoamérica como Gabriela Mistral, José
Vasconcelos, Alcides Arguedas y Francisco García Calderón; a más de
personalidades del ámbito europeo como Miguel de Unamuno, Romain
Rolland, George Duhamel, entre otros.
En 1927, con Marcel Vuillermoz, alto funcionario de la extinta Casa
Editorial Garnier de París, funda la Editora París-América , para
lanzar colecciones de libros de escritores consagrados y nuevos de
América Española. Una de las series debía llevar el nombre de Gabriela
Mistral. La empresa fracasa. Al año siguiente, fruto de su pasión por
Latinoamérica, en 1928, con prólogo de Gabriela Mistral, publica en
París Los creadores de la Nueva América con ensayos sobre José
Vasconcelos, Manuel Ugarte, Francisco García Calderón y Alcides
Arguedas, y en 1929 la novela El desencanto de Miguel García.
En 1930 aparece Mapa de América, con prólogo de Ramón Gómez de la
Serna y estudios sobre Teresa de la Parra , Pablo Palacio, Jaime Torres
Bodet, el Vizconde de Lascano Tegui, Carlos Sabat Ercasty y José Carlos
Mariátegui. Además, da a conocer en Francia a Los que se van: cuentos
del cholo y del montuvio, de Joaquín Gallegos Lara, Enrique Gil Gilbert y
Demetrio Aguilera Malta, que dio comienzo a la literatura ecuatoriana
del Realismo Social.
En
1931 es trasladado a Lima como Primer Secretario de la Legación; pero a
mediados de 1932, renuncia al cargo. En Quito participa en la política
como miembro y como secretario general del núcleo de Pichincha del
Partido Socialista Ecuatoriano, recientemente re-fundado. Luego de la
Guerra de los cuatro días, es nombrado Ministro de Educación, del
gobierno interino de Guerrero Martínez, cargo que desempeña por breve
tiempo.
El
13 de febrero de 1933, es designado por el gobierno de Martínez Mera
Ministro Plenipotenciario en México, motivo por el cual es expulsado del
Partido Socialista. En tierra azteca, a más de cumplir sus funciones
diplomáticas, en difíciles momentos para el Ecuador, sigue en su labor
intelectual, publicando en 1934 el libro Atahuallpa. Cuando José María
Velasco Ibarra asume la presidencia, renuncia al cargo, retorna al país y
hace patente su figura pública a través de la constitución, junto a
Ángel Modesto Paredes, Gonzalo Escudero, Rafael Alvarado, César Carrera
Andrade, Néstor Mogollón y Miguel Ángel Zambrano, de la «Escuela de
cultura socialista»; es nombrado Profesor de Literatura en la Escuela
Superior de Pedagogía de la Universidad Central , elegido Presidente de
la Sociedad Jurídico-Literaria ; además, miembro de la Comisión
Nacional de Codificación del Derecho Internacional.
Para
diciembre de 1936, es expatriado por la dictadura de Federico Páez a
Ipiales-Colombia. De regreso al país, publica Índice de la poesía
ecuatoriana, en 1937. Con la dictadura del general Alberto Enríquez
Gallo, forma parte de la misión diplomática del Ecuador en Bogotá. En
1939, empieza a trabajar en una antología de relatistas ecuatorianos,
que se hará realidad años después con El nuevo relato ecuatoriano:
crítica y antología (1951-52).
Entre
1941 y 1943, escribe Cartas al Ecuador, una serie de artículos
publicados en diario El Día. En 1944 y en el gobierno de Velasco Ibarra,
mientras se desempeñaba como presidente del Instituto Nacional de
Previsión Social, prepara la Ley y Estatutos de la Casa de la Cultura
Ecuatoriana , que será creada el 9 de agosto. Desde allí, promocionará a
jóvenes escritores, en especial de la generación de los años treinta.
En 1948 viaja como Embajador a Santiago de Chile, donde permanece por
poco tiempo. A su retorno, se desempeña en la cátedra universitaria, y
para 1950 funda con Alfredo Pareja el diario El Sol, del cual es su
director. A poco, la empresa fracasa. Entonces viene una etapa de
fructífera creación literaria con obras como San Miguel de Unamuno
(Quito, 1954); Santa Gabriela Mistral (Quito, 1956); García Moreno, el
santo del patíbulo (México, 1959); ¿Por qué Jesús no vuelve? (Quito,
1963); El cuento de la Patria (Quito, 1967); Raíz y camino de nuestra
cultura (Cuenca, 1970); José Carlos Mariátegui, el precursor, el
anticipador, el suscitador (México, 1976), Plan del Ecuador (Guayaquil,
1977) y América dada al diablo (Caracas, 1981). Etapa apenas
interrumpida por su candidatura a la Vicepresidencia de la República ,
en binomio con el Dr. Antonio Parra Velasco, en 1960; y el
reconocimiento a su labor, por parte del gobierno mexicano con el premio
"Benito Juárez" en 1968. A fines de ese mismo año, en forma definitiva,
retorna al Ecuador, donde mereció el premio literario Eugenio Espejo,
en 1975. Su tarea entonces se centra en la organización de la
democracia. Ocupa el cargo de presidente del Tribunal Electoral, al que
renuncia por razones de salud. Muere el 8 de marzo de 1979. Sin embargo,
su figura permanece hasta hoy en el panorama ecuatoriano y
latinoamericano, pues fue el intelectual que estableció el puente entre
el Ecuador y el mundo intelectual de América Latina. Sin duda, una de
las figuras emblemáticas de la cultura ecuatoriana del siglo XX.
Texto: LAR
Tomado de: http://www.ccbenjamincarrion.com/ccbenjam.php?c=1219